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martes , abril 23 2024
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POPULISMO / La materia oscura e invisible que sostiene al movimiento

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

El populismo es un asunto serio. Tan es así que el trazo grueso imperial lo ha designado como el gran problema planetario. Allí aparecen el Papa, los rusos, los iraníes, los chavistas y por supuesto -entre tantos- los peronistas. Desde hace años que las posiciones encarnadas en La comunidad Organizada -economía estatal, economía social, economía privada- y la Tercera Posición -independencia de los grandes poderes y aglutinamientos regionales- son evaluadas negativamente desde flancos adversos.

 

Para el esquema financiero rentístico, orientado por gerentes que descreen de la democracia y usufructúan toda herramienta en beneficio empresarial, esta elaboración política colectiva es el gobierno de los peores, la ineficiencia y la improductividad. Pero para el pensamiento socialista europeo de comienzos del Siglo XX, extendido a nuestras tierras en distintas versiones, es una variante burguesa, desordenada y demagógica, contrastante con la planificación de un Estado en manos de los verdaderos representantes de los trabajadores.

 

Por vueltas que le demos, así están planteadas las cosas. Ambas interpretaciones, debido a sus recursos y a la extensión temporal de su instalación, han desarrollado teorías serias y sólidas, que cierran a oídos de sus discípulos. Entonces, mientras el orden financiero busca su destrucción, el accionar socialista considera -en el mejor de los casos- que el populismo es un paso, un escalón, hacia la verdadera transformación integral: el socialismo, entendido de modo diferente por cada vertiente. Esto se canaliza en algunos medios de comunicación conceptuales: los diarios La Nación, y Página 12 configuran posibles referencias.

 

Sin embargo, La comunidad organizada y la Tercera Posición constituyen formatos organizativos irregulares que el pueblo argentino, y otros en interrelación, ha ido forjando en la práctica para lograr gobernar su territorio y disponer de los recursos naturales y humanos del mejor modo posible dada la correlación de fuerzas existente. Juan Domingo Perón en primera instancia, y Néstor y Cristina Kirchner con posterioridad, canalizaron con éxito ese accionar que se asienta en la combinación de ideales sociales con los factores que se desplazan en el entorno.

 

Claro: aunque este ser en acción ha gestado un pensamiento nacional de alto vuelo, con autores creativos, profundos, originales, el reconocimiento no llega. Sus posibilidades están cercadas por aquellas franjas que dominan los claustros y las empresas comunicacionales. Para colmo, junto a la elaboración política señalada, los pueblos insertan en el nivel  cultural sus gustos incómodos, pletóricos de folklores, tangos, cumbias, bailables varios, fútbol, bombos, parrillitas al paso, tabaco de bajo costo, vinos de mesa, cervezas en grandes vasos de plástico, y muchos otros asuntos que ahuyentan al experto de toda laya.

 

Entonces, los hombres y mujeres del pensamiento nacional tienen un enlace profundo con la gran masa del pueblo, por así decir, pero un número restringido de lectores. Los libros y los periódicos, las webs y los blogs, los facebooks y los tweeters contienen naturalmente a un público que exige contundencia en la consigna, sea ésta antipopular -con sus variantes racistas, excluyentes, antinacionales- sea revolucionaria -con sus antisistémicos ¡Ya!, sus críticas a la dirigencia popular -siempre blanda- y sus anatemas sobre la falta de conciencia social de aquella masa. Aunque suene extraño, estos preceptos trascienden generaciones y han vuelto a instalarse con energía a través de las nuevas tecnologías.

 

EN CONCRETO. Esta es una semana importante para la Argentina. No sólo, aunque también, por la referencia histórica que implica José de San Martín. Se registró un revés electoral oficial en distritos como Santa Fe y Buenos Aires, entre otros, y se dispuso una marcha netamente crítica de la política económica. Los esfuerzos del poder han sido significativos, para ocultar esos resultados y relevarlos por el festejo exitoso de Cambiemos en la televisión. La imagen impacta y tensiona. Hace sentir a quien se pregunta ¿y los resultados de verdad? como un negador de la oscura realidad.

 

Repasando las redes, sin embargo, las encontramos pletóricas de acusaciones contra quienes votaron otros espacios políticos populares, y condenas tremendas al sindicalismo. Reproducción, con elogios por su «inteligencia», de los textos que presumen oposición y parten de la admisión de un «triunfo de Cambiemos». La nota de Jose Natanson en Página es un ejemplo, y ya se ha difundido como clave de análisis. Hemos leído artículos similares en lugares destacados de varios medios que no son considerados macristas. Llama la atención, no su elaboración sino su calce sobre un segmento de la militancia que se presume netamente opositora.

 

Aquellas desconfianzas y condenas contra el populismo terminan derivando en prácticas como las que venimos atisbando. ¿Cómo se piensa vencer en las calles durante el 2018  y en las urnas en el 2019 si en vez de contener al voto nacional popular en su conjunto y al movimiento obrero organizado, se lo sitúa en variantes para oficialistas?. Es posible inferir  además, que esa es la idea de quienes anhelan consenso para el plan oligárquico en marcha.

 

Tampoco es sencillo visualizar porqué, si se es parte de un espacio como Unidad Ciudadana, que pese a la difamación mediática y a la persecución judicial, logró imponerse en el distrito bonaerense, se considera realista admitir la brutal campaña de ocultamiento desplegada desde el domingo para mostrar una victoria de Cambiemos. Este punto tiene su importancia, porque ya no involucra a quienes desde franjas del peronismo llamado histórico polemizan con el kirchnerismo, sino a aquellos que son lo suficientemente reactivos al pueblo como para poner entre paréntesis un triunfo propio.

 

EN TEORÍA. Son muchos los factores que confluyen para que eso ocurra, pero uno es la cultura antipopular de un amplio espacio militante, que siempre consideró al pueblo argentino «falto de conciencia». Ese sector, aunque felizmente volcado a nuestras banderas, es presa fácil de la acción comunicacional de los grandes medios porque ratifica lo que piensa. Así, cuando un medio concentrado afirma la victoria del macrismo, la rápida reacción es «pero si, a esta gente la llevan de las narices, no piensa, no se da cuenta y vota cualquier cosa«. Bajísimo nivel reflexivo, y coincidencia, desde otro perfil, con la perspectiva de Clarín.

 

Esto no es el acabóse; es el continuóse de aquél empezóse al decir de Mafalda. Es la persistencia de una cultura de izquierda acostumbrada a ser minoría y a preocuparse por la decisión obrera y popular de adscribir a preceptos que no se adaptan a la seriedad exigida por una narración que, sin embargo, de seria tiene bien poco. El sesgo es tan fuerte que ni siquiera logra licuarlo un elemento determinante: compartir voto y liderazgo. De allí que la pérfida labor de los grandes medios halle eco en una militancia más dispuesta a quejarse del comportamiento político ajeno que a diseñar y desplegar el propio. A desprenderse del concepto de vanguardia y admitir que los caminos escogidos por las franjas populares tienen sus razones, sus tiempos, sus códigos.

 

El impacto de la elección del 2015, pese a que tras diez años se congregó la mitad del electorado, fue profundo por esa razón, que se conjugó nítidamente con otras maniobras comunicacionales de fuste. El efecto cegador, que simplemente focaliza sobre la falta de conciencia popular, evita ver y analizar el accionar adversario, pero también las falencias de la dirigencia propia, con el objetivo de neutralizar el primer aspecto y mejorar el segundo. Ahora, enfocamos sobre las marchas obreras venideras y los comicios de octubre. Si damos crédito a nuestro pueblo, el efecto de las acciones puede ser más intenso y empezar a modificar un cuadro de realidad que emerge cerrado; para eso, es necesario dejar de lado la interpretación que los medios concentrados realicen de este devenir inmediato.

 

MATERIA OSCURA. En perspectiva, vale reafirmar el origen del texto. El populismo es un asunto bien serio. Ya que lo evalúa de ese modo el imperio, bien podríamos admitirlo por estos pagos beneficiados por su accionar. Además de todos los factores indicados, cabe destacar que posee otros, que lo tornan inasible y persistente. Quizás la comparación más adecuada sea la materia oscura, invisible, que sostiene el Universo. Eso que pretende mostrar el moreno Morgan Freeman por televisión. El movimiento nacional y popular está unido, por la base, debido a la singular eficacia de esa argamasa que nos conecta, nadie ve y sin embargo, existe.

 

Nada hay menos serio, en materia de ¿ciencias? sociales que la aseveración del párrafo anterior. Y sin embargo, tiene sentido. Hasta la tonalidad encaja: oscuro e invisible. Extendido. Inasible.

 

Enloquecedor para quienes se sienten fuera del universo popular e intentan clasificarlo con parámetros clásicos.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

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